jueves, 20 de septiembre de 2012

De derribar recuerdos


Me ido de vacaciones y he vuelto. Madrid.  La necesidad de abandonar todo este caos durante unos días y tomar cierta perspectiva y la gran pasión por conocer el Museo del Prado fueron los alicientes necesarios para decidir destino. Ni lejos ni cerca, simplemente algo intermedio.  Cinco días con sus cuatro noches y toda mi mente por despejar. Sé que suena a tópico, pero al fin y al cabo para que sirven las vacaciones? Para despejar, despejar y despejar; el alma, la mente, el cuerpo… lo que queráis o como queráis llamarlo.

Así que un jueves 13 de septiembre me levanto bien temprano y marcho hacía Alicante para coger el tren que me llevará destino a Madrid; en mi maleta, un par de pantalones, alguna camiseta y el pijama precioso que me prestó mi madre, que para ser sinceros, hubiera llamado mucho más la atención si hubiera decidido pasar mis vacaciones por la costa levantina (aquellos que me conocen bien, saben exactamente a qué punto de la zona levantina me refiero exactamente). Pero ante la falta de preguntas y la consecuente ausencia de respuestas, el destino elegido fue la capital, Madrid.

Tres horas de camino de ida y tres horas de camino de vuelta, y entre medias mil sensaciones como emoción, alegría, y diversión como cual turista extranjero que visita nuestro país. Reír, gritar, correr, andar… mil cosas que hacer, y mil y una fotos que colgar en cualquier red social como muestra de mis maravillosos y despreocupados días. Y es aquí donde debería de subrayar lo de despreocupados.

Cuando dije despejar mi mente, la intención era despejarla del todo, y me encuentro que mientras por el día andaba ocupada haciendo fotos, visitando museos y recorriendo monumentos, las noches eran todo echar de menos, no echar de menos a la familia, o los amigos… echarle de menos a él, y eso para mí era una total…dejémoslo ahí.

Para ser exactos no sé si era echarle de menos o echar de menos estar con él, la cuestión es que notaba su ausencia. Lo peor de todo, es que esta situación no debería de haber pasado, que mi mente y mi corazón apuntaban en la misma dirección y entendían  a que estábamos jugando… Y sin embargo, ahí está mi corazón, bombeando desde dentro la inminente necesidad de saber de él, la inminente necesidad de querer estar con él. Lo peor, es que tengo la sensación de el muro está a punto de derribarse, y como ya os he contado en veces anteriores, soy especialista en correr tras los casos imposibles.

Supongo que es lo que tiene vaciar tu mente de cualquier contenido cotidiano, que disfruta haciendo tambalear tu existencia para llenarla de contenidos en los que no te habías parado a pensar, pero que en el fondo sabías que ahí estaban. Desde que le conocí una calurosa noche de verano decidí que era imposible que algo entre nosotros funcionara, pero aquí estoy yo, dándole vueltas a mi estúpida mente y buscando la razón por la que seguir en dirección opuesta  a lo que marcan los dictados de la razón.

Debería de hacer como la canción de Zahara, y cambiar de dirección, salir corriendo, y que es hora de volver cada uno a su lugar…. Derribar los recuerdos al fin y al cabo. 

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