jueves, 14 de mayo de 2015

De hacer las cosas fáciles

Hace bastante tiempo que no escribo, y quizás no ha sido por falta de ganas, pero simplemente hay ocasiones que aunque las palabras y las ideas están en tu cabeza, no encuentras la forma de plasmarlas en (este caso) la pantalla.

Mi  mente desde hace unos días, es un hervidero de palabras, los últimos días han sido en cierto modo como una revelación y aunque en cierto modo he salido herida y decepcionada, no hay nada que con los días no mejore.

Hace unos días, vi la película “El día de la boda”, y mientras la veía, hubo dos momentos en esa película, con apenas dos frases, que decidí guardarlas en la mente y ver que eran, simplemente maravillosa… de hecho, esas dos frases, han sido esta semana mi consigna en Instagram. Hace no mucho, en una noche de chicas, con las que puedo considerar dos de mis grandes amigas, una de ellas, me dijo que ella había aprendido a ser orgullosa como mujer, que como persona, no era para nada orgullosa, daba todo lo que podía y más, estaba ahí para quien la necesitara… Pero sin embargo, como mujer, era la más orgullosa, primero era ella y nadie más, y se quería muchísimo a sí misma, y quizás es eso lo que estoy aprendiendo actualmente…

No soy una persona orgullosa, reconozco que soy totalmente imperfecta, y que cometo muchos errores, y sé que  inevitablemente los seguiré cometiendo, pero no porque sea algo que quiera, sino porque simplemente forma parte del  aprendizaje de la vida y de crecer como persona, y no me importa pedir disculpas o perdón por ello cuando debo hacerlo, ahí creo que es donde reside la grandeza o importancia de las personas, en dejar a un lado el orgullo y tener el valor de ponerse delante de una persona y decir algo tan sencillo como “Lo siento”, sin embargo, las personas tendemos a complicarlo todo y convertir lo fácil en difícil; y esto es lo difícil, ser capaz de enfrentarse a las criticas, ser capaz de parecer vulnerable y admitir que de manera voluntaria o involuntaria  has cometido un error, que has dañado en mayor o menor medida a una persona, y que debes pedir perdón…. Os equivocáis, no es más fuerte el que nunca se cae, sino aquel que se cae y aprende a levantarse, y por ende, podríamos decir que no es más fuerte el que nunca se equivoca, sino aquel que se equivoca y tiene el coraje de pedir disculpas por haberlo hecho y sobretodo, tiene la voluntad de aprender de sus errores…. No se vosotros, pero yo, sinceramente, prefiero pertenecer al segundo grupo de personas, a aquellas que cuando han cometido el error se desnudan complemente, y tienen la fuerza de admitir que han cometido el error, ya sea mediante un mensaje o mediante una llamada, aunque al hablar les tiemble la voz y parezca que el corazón se les va a salir del pecho…. Y os digo porque, porque prefiero mil veces esa sensación y sentirme bien conmigo misma al saber que he hecho lo correcto, que pasar a estar equivocada toda mi vida.

Sin embargo, como mujer estoy en vías de ser la más orgullosa, porque hace mucho tiempo a aprendí, que como yo misma me quisiera, jamás nadie me iba a querer, y porque a pesar de mi corta edad, he vivido situaciones que se quedarán guardadas en mi cajón de los recuerdos… No me gusta sentirme decepcionada como mujer, no me gusta que me regalen los oídos y no me gusta que alguien intente hacerme sentir vacía, es por eso, que desde hace tiempo, hay una muralla alrededor de mi corazón, que impide que determinadas personas se acerquen a mí, sin embargo, siempre hay alguien, que tiene la maldita habilidad de coger el pico y la pala y empezar a derribar los muros y que tiene como propósito conseguirlo, con el único fin de hacer daño. Así que hoy te doy las gracias, por ser la muestra empírica de que la muralla estaba bien construida y que estaba donde debía estar, por demostrarme que no importa la edad que se tenga, que se sigue siendo un cobarde igualmente que no es capaz de dar la cara y desaparecer de mi vida sin ser capaz de decir ni siquiera adiós, y por enseñarme nuevamente que hago genial en ser  orgullosa y no esperar nada de nadie. Por hacerme ver, que efectivamente mi sexto sentido no se equivocaba. Por darme el motivo suficiente para saber que debo de cerrar del todo la puerta (aunque ya me hayas herido).


Y por último, os deseo que todas, absolutamente todas encontréis ese Dermot Mulroney que os diga como en el día de la boda eso de “Prefiero discutir contigo, que hacer el amor con otras”.